martes, 3 de noviembre de 2009

Un sierra para diagonal 74 (al fondo)

Entre tanta muchedumbre y licor, tomaste un trago de mal gusto que durará unos años.
Con los ojos repletos de furia, desbordan lágrimas que olvidás.
Si comés lo que podés y vivís al día.
Tirando hasta el último peso en tu bolsa de la discordia.
Mangueras e hilos atan tus pies, ya no estás excento de esos.
Son los años que te quieren llevar con él.
Tan hermoso siendo vos, tan tonto es derrochar éste tiempo.
Tantos son los deseos que en esas manos guardás, tanto habrás cobrado entre tanta tierra debajo de tus uñas, y aún así seguís por más.
Te cargás los bolsillos de balas blancas, y salís a matar cuentos de fantasía.
Sabiendo que tu estilo de vida no va más allá que el muro que tenés frente a tu cabeza.
Ciego caminás, nadie te deja ver que el fuego te está quemando rápido.
Somos animales que terminarán iguales.
Mi vida se asemeja al final del pibe, cuando volvió yo estaba yendo a atar mis pies.
Tratos, palabras, injusticia llevás por más que no lo quieras.
La mentira puede que sea tu mejor amiga, sos el frenillo que no se quiere cortar.
Bajemos de ese altar del que te gusta estar.
Dejás tu peso en los días, te olvidás tu cuerpo en una silla durando hasta el amanecer.
Tan duro corrés bajo la lluvia, ambición por controlarlo todo (si sabés que a veces eso falla).
Ladrón de la miseria, con esos trucos sencillos intentás consolar a un 92.
Y cuando la viveza es otra, los dados siempre pierden.
Me desmantelé hasta preocuparme.
Dejá de jugar a que la vida es una película, escupir hacia arriba es desfavorable.
Pegás en tus piernas siguiendo el ritmo del rock, callás lo imposible, llorás sólo y así te crees fuerte.
Necesitás masticar ese plástico, y dejar tu boca en paz.
Moldeás ésta miseria entre tus manos, obviás las cosas y no las arreglás.
Amor fácil e impropio como ninguno. Callejeador engatuzado de las mil palabras.
Sentir lo que hacés sería un punto para empezar de nuevo.
Mascarita rota, tu palidéz es incomparable...
Y ese cuerpo que danzaba entre mis manos, que lo deseo como ninguno.
Dejá de aplastar hormigas con la mano, no obligues a mentir a tus ojos que yo desde lejos te sigo mirando.
Bajemos de ese altar del que te gusta estar.

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