miércoles, 28 de abril de 2010

Aquella noche que te ví caminar a tan sólo 30 metros míos, hubiera calmado cualquier disgusto. Dejé unas hueyas a lo lejos, una lágrima en el suelo y el corazón en tus manos.
Ya no hay dudas que parte de mi se fue con aquel sagáz que en sus brazos me sostuvo por casi-siempre.
Así lo quise.

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